Hacia el norte con pasaporte
Dado que el transporte a Laos era horrorosoy que el tiempo transcurre presuroso,
decidimos cambiar de dirección,
y a Bangkok nos fuimos en avión.
Tras beber unas Chang y comer pad thai,
en tren viajamos a Chiang Mai,
tierra de bastantes elefantes,
lluvias que duran instantes,
y trekkings para los viajantes.
Se solucionó el tema meteorológico
y bicicleteamos hasta el zoológico.
Tigres, pajarracos, jirafas, elefantes y leones,
pero el panda y el koala despertaron emociones.
Otro día hicimos tirolesa,
que resultó ser casi mejor que una milanesa,
y a esta altura es tal nuestra tentación
que por ella hasta vendería un riñón.
Y entre salto y salto, volamos por lo alto,
viendo el bosque desde arriba
con una linda perspectiva,
a la de Tarzán comparativa.
Trekking en medio de la naturaleza,
pero tal era su crudeza,
que hubiera venido bien un machete
para cortar el exceso de ramillete.
Una pisada mal dirigida
resultó en una suave caída
y entonces de barro quedé vestida.
Y hasta una cascada caminamos,
donde finalmente descansamos.
Luego hicimos rafting sobre cañas
y navegamos en medio de montañas.
De bambú era la rústica embarcación
y por suerte no sufrió inmersión.
Nos sorprendió la piel del elefante,
que sinceramente es algo repugnante,
bastante velluda y algo pinchuda,
pero el paseo sí que valió el toqueteo.
Al cabo de una hora me saqué el vendaje
y así apareció un lindo tatuaje,
un recuerdo que me llevo de este viaje.
Aquí abajo unos videos y fotografías
que muestran cómo pasamos estos días.
Próximo destino en nuestro camino: Koh Jum, a pasar una festividad como lo es la Navidad, y luego a Ko Lanta a pasar el nuevo año con más de un compaño.