Llegamos a D. F. apaleados, como si nos hubieran cagado a piñas. Esto de viajar en el tiempo es agotador. Los primeros dos días nos la pasamos durmiendo, cansados y con dolor de cabeza intenso, síntomas que atribuimos a la altura y al jet lag, ya que comprobamos que su existencia no es un mito. De hecho, tras una intensa investigación, descubrimos que hicimos todo mal: viajamos hacia el este, cruzamos demasiados husos horarios a la vez, no practicamos ejercicio, no seguimos una rutina y ni hablar de la dieta saludable. Pero enseguida nos levantó el volver a hablar español con extraños (aunque nos siguieran confundiendo con gringos), los colores, la música, el acento mexicano y, por supuesto, la comida y el picante. Qué rica es la comida, tanto que ya no interesa que la descripción de los platos sea, la mayor parte del tiempo y básicamente, tortillas con algo (tacos, quesadillas, gringas, etc. con queso, pastor, arrachera, verduras etc.) en diferentes formas y con distintos nombres. Y, ante la duda, uno debe asumir que todo es picante: comida, postres, golosinas y hasta las frutas, que vienen con un polvito para ocasionar picor.
Si bien nos encontramos con algunas diferencias, por ejemplo, el choclo es elote, las remeras son playeras, la palta es aguacate, una birra es una chela, la ducha es la regadera, al tomate le dicen jitomate, y oscuro se dice obbbbscuro, ya nos sentimos más cerca de casa…
Ciudad de México
Volvimos a hacer vida de turistas. Visitamos el museo de Trotsky, fuimos a la casa de Frida (Kahlo) y a la de Rivera y nos familiarizamos con su historia, una novela mexicana de amor, odio y traiciones que los involucra a los tres. En resumen, Frida es víctima de una enfermedad infantil y de un accidente en su juventud que la deja con dolores para toda su vida, por lo que deberá someterse a muchas operaciones y, eventualmente, poco antes de morir, sufrirá una amputación (“Pies pa’ qué los quiero si tengo alas pa’ volar”).
Frida se enamora locamente de Diego (Rivera) y se casan. A pesar de la devoción que sienten el uno por el otro, Diego (veinte años mayor que ella y muy feo) es un donjuán y la engaña con la hermana de Frida y con tantas otras mujeres. Se separan, se divorcian, se vuelven a casar. Frida también lo engaña, con mujeres y con hombres, incluido Trotsky, quien se encuentra en México por el asilo político solicitado por Diego, entre otros. Finalmente, Frida muere. Ambos son mundialmente reconocidos. Frida, por su marcada personalidad y por sus pinturas, donde plasma su vida y su complejo mundo psicológico; y Diego por ser un excelente muralista. Ambos, por ser hoy la cara del billete de 500 pesos mexicanos.
Fuimos a ver lucha libre, y vimos cómo la gente abuchea al bando rudo y cómo los niños gritan por el bando técnico. Memphisto y La máscara, por el título nacional semicompleto, Disturbio, Bárbaro Cavernario, Herodes, Diamante Azul, Titán, Atlantis, Misterioso y Último Dragoncito, entre otros, nos entretuvieron con piñas, golpes, saltos, patadas voladoras, llaves de sumisión, candados asesinos, tijeras infernales y mucho show. Brillante.
Un domingo nos fuimos a pasar el día a Tepoztlán y a subir el Tepozteco, una especie de Uritorco mexicano, una montaña sagrada que se supone es visitada por naves extraterrestres. Antes que nada, Wikitravel miente. No, no son 400 metros hasta la cima, y lo comprobamos al subir más de 2 km en alrededor de 40 minutos (sin descansos) en plena subida (una caminata agotadora) para ver los restos de una pirámide y unos animales extraños que habitan allí y esperan ansiosos para olfatearte y conseguir comida. Son coatíes, una especie de mapache algo deformado.
Otro día nos fuimos a la zona arqueológica de Teotihuacán, a seguir subiendo escalones en la pirámide del sol y de la luna, para ver los restos de uno de los centros urbanos prehispánicos más grandes de Mesoamérica.
Con tanta subida, si no fuera por tanta chela, torta (o sándwich, para nosotros), taco, gringa, enchilada y quesadilla, nos habríamos ido de D. F. con glúteos de acero y gemelos de hierro.
Museo Casa de León Trotsky (izq.) y Museo Casa Estudio Diego Rivera y Frida Kahlo (der.)
Tepoztlán
Teotihuacán
Oaxaca
Se pronuncia Oajaca y es una ciudad muy colorida de casas bajas y rodeada de montañas que nos invitó a caminar por sus calles y a tomar algo en el Zócalo. Mucho movimiento revolucionario, arte, grafiti y stencil.
Seguimos visitando ruinas en Monte Albán y, ya que estábamos en modo turista, nos fuimos al Tule a ver el árbol con diámetro de tronco más grande del mundo (53 metros y más de 2000 años de antigüedad). Últimamente mi cerebro ha estado desarrollando una capacidad asombrosa para almacenar datos inútiles, como que se necesitan 30 personas para poder abrazar al árbol del Tule, o que México es el país con mayor consumo de Coca Cola per cápita en el mundo, o que el hombre más rico del mundo es el mexicano Carlos Slim, o al menos está ahí nomás, mano a mano con Bill Gates.
Monte Albán
El árbol del Tule
Próximo destino: El estado de Chiapas, México.