Trece países visitados. Muchos otros por visitar. Doce kilos de equipaje y un nivel de despojo material en aumento, no por motivos espirituales, sino más bien por la salud de mi espalda. Varios libros leídos (se siguen aceptando sugerencias) y mucho patrimonio de la humanidad; ya mencioné alguna vez que la Unesco es bastante permisiva (ojalá fuera ella la que diera las visas para China).
Notamos una leve disminución en el nivel de asombro ante cosas extrañas, aunque haber visto cómo le pagaban a una guía con caramelos nos sigue sorprendiendo. Era un free walking tour donde solo se da propina, y la mujer al final le dijo: no me queda más plata, pero tengo caramelos, y le entregó un manojo de dulces al estilo supermercado chino. O bien esto es demasiado extraño, o los caramelos se volvieron moneda corriente mientras estábamos de viaje, o la mujer jugó demasiado al Candy Crush y ahora piensa que puede pagar el alquiler con barritas Kinder, la luz con un Lila Pause y el agua con un Shot. No hay excusas. No entiendo por qué no se hizo la opa y se esfumó sigilosamente un poco antes de que terminara el tour.
Irónicamente, empecé a usar reloj después de varios años y desarrollé una increíble capacidad para llamar hogar a cualquier sucucho en el que nos hospedemos. No dejo de decirle “casa” a los hostels y hoteles. Claramente, después de seis meses de viaje, uno normaliza muchas cosas y hace una especie de rutina o genera un hábito con ciertas otras. Ya he armado y desarmado la mochila millones de veces, y las zapatillas siempre van abajo a la derecha, al lado del bolsito azul, porque ese es su lugar. Esto de llevar solo doce kilos hace que uno tenga que fregar bastante seguido. Creo que lavé a mano más que en toda mi vida, acto siempre seguido de la gitaneada de colgar la ropa donde sea que estemos. Vamos equipados con dos cordones que al atarse se transforman en una gran soga. También hay cosas que se repiten en muchos lugares que visitamos, como la historia de que al escultor/pintor/arquitecto (elija según corresponda) le sacaron los ojos una vez terminada su obra para que no pudiera hacer otra igual.
Uno llega a conocerse un poco más, nos dimos cuenta, por ejemplo, de que nos encanta comer con palitos chinos. Y también se aprenden cosas nuevas, en mi caso, aprendí a comer pipas con una sola mano y a usar una letrina. Creo que mi negación para con estas últimas era simplemente que no sabía usarlas. Después de encontrarme con una foto que indicaba claramente para qué dirección uno debe mirar y hasta qué punto debe flexionar las rodillas, se resolvieron todas mis dudas y ahora me siento totalmente capacitada.
Hemos enfrentado muchos desafíos, como comprar leche o pasajes de tren en Rusia o sacar la visa para China, pero con paciencia y perseverancia, los hemos logrado. La paciencia es algo que hemos desarrollado ampliamente en grado zen: esperando al bus, haciendo tiempo en las escalas o viajando en tren en trayectos de hasta 80 horas continuas (gran récord que hemos alcanzado entre China e India y que difícilmente superaremos). Claro que no lo hubiéramos logrado sin las formas de entretenimiento que nos acompañan.
Después de varios meses de viaje, se aprende a ceder en ciertos aspectos, por ejemplo, estoy mucho más tolerante con los insectos. Ya puedo matar arañas yo solita, pero aún me sigo negando a vivir el día a día vestida de trekking.
Las papilas gustativas se desarrollan y se vuelven más curiosas, pero sigue habiendo un límite. Ahora me gusta el picante, pero sigo rehusándome a comer pulpos y pulpitos; las sopapas en los tentáculos me parecen muy impresionantes.
Con todas las fotos que sacamos hasta ahora, además de quedarnos sin memoria en la computadora, tengo miedo de que nos estemos quedando sin alma. Ya antes de venir a mí me quedaba poca: las puertas automáticas generalmente tardaban en abrirme y nunca pude abrir las bolsas del super con los dedos. Espero que estemos compensando con tanto Buda, templo y lugar sagrado, al tirar monedas y al tocar la nariz, mano, cabeza o lo que corresponda de las esculturas.
Es el aniversario del blog también, un blog humilde y algo rústico, pero que cumple su propósito. Cada tanto agregamos secciones y con el tiempo lo iremos mejorando. Ya mencioné nuestro nuevo agregado (a la derecha) para suscribirse al blog y recibir las actualizaciones por email. Funciona.
Y siempre algo se extraña: mi mundo por una promo de Kentucky y tal vez un ceviche peruano. Bueno, por supuesto, a Álvarez Thomas, sus bigotes, la flia., los amigos y tener auto, en algún orden. Luciano diría ir a la cancha y jugar al fútbol con los pibes, una milanesa napolitana y, claro, los sobrinos, aunque lo que no estamos gastando en regalos de cumpleaños nos está financiando el viaje.