Kinkaku-ji

Kinkaku-ji

Kioto es puro templo y santuario. Se ven por todo Japón, en abundancia, pero en Kioto es más exagerado aún. Pasamos un día en Nara: más templos y Budas, mucha gente aplaudiendo, la segunda pagoda más alta de Japón y Bambies, ahí, entre la gente, en parques, bosques y calles. Es Bambilandia, hay más ciervos que humanos. El aplauso japonés es algo digno de mencionar: las dos manos en perfecta simetría palmotean al unísono mientras los dedos de una mano golpean en forma precisa a su contraparte de la otra mano. Cuando lo hacen frente a santuarios Shinto, es para llamar la atención de los dioses, expresar alegría por ellos y alejar malos espíritus.

Arashiyama

Arashiyama

Inspirados por la fauna, nos fuimos a Arashiyama en busca de macacos. Tras una cansadora caminata cuesta arriba por la montaña, nos recompensaron con una linda vista de Kioto y con un grupo de estos primates que nos esperaban algo hambrientos. Les dimos de comer maní de elefante y nos sorprendieron con su rapidez para pelarlos y comerlos con una sola mano (claramente, mi próximo desafío). También vimos cómo se ponían en fila para sacarse pulgas (o algún otro parásito) entre ellos, en cadena, y comérselas después. Deberían vender monos comepulgas en las veterinarias. Las reglas básicas para tratar con simios aquí son las siguientes: no mirarlos a los ojos, no alimentarlos en lugares que no estén destinados a tal fin, no hacer movimientos repentinos frente a ellos y no tirarles piedras, aunque no era necesario aclarar esta última en un cartel.

Otro día nos fuimos en tren a ver el castillo de Himeji y después a Osaka, en adelante, Himierji y Okaka. A Himierji lo están arreglando, así que de afuera está todo cubierto y lo único que se ve es el castillo dibujado sobre la estructura que lo cubre. Habíamos visto que valía la pena igual, porque podés entrar y ver las reformas, y es el típico castillo japonés y uno de los más populares de Japón, y sigue estando en muy buenas condiciones. Una porquería, una obra en construcción. Lo único lindo es el jardín de al lado, que merece ser llamado por su nombre real (Koko-en), a pesar de dar lugar a chiste fácil. A Himierji no lo recomiendo hasta 2014, cuando terminen con los arreglos. Okaka es una ciudad populosa que no tiene nada especial ni diferente. Un día ahí es suficiente.

Luego llegamos a Hiroshima muy temprano por la mañana y nos fuimos a pasar el día a una isla cercana: Miyajima. Más Bambis. Fuimos al santuario Itsukushima, nos sacamos la foto típica, comimos ostras y, mientras Luciano se iba a escalar la montaña, yo opté por tomar helado y reposar frente al mar. Hacía demasiado calor como para seguir sudando bajo el sol.

En Hiroshima hicimos el recorrido relacionado con la bomba: el Domo de la Bomba Atómica, el parque de la memoria, monumentos y museo.

Sección de historia resumida: El 6 de agosto de 1945 a las 8:15 a. m., EE. UU. tira la primera bomba atómica en Hiroshima con el fin de obtener la rendición de Japón en la Segunda Guerra Mundial. Había varias ciudades candidatas, pero finalmente se decidieron por Hiroshima por la extensión de la ciudad y porque no tenía campos de prisioneros de guerra aliados. La bomba explota a 600 m del suelo y crea una bola de fuego que afecta un radio de casi 2 km desde el hipocentro. Se generan incendios y una lluvia negra, y todo da lugar a miles de muertos y heridos. La radiación siguió afectando a los sobrevivientes (a los que llaman ‘hibakusha’) incluso hasta el día de hoy. De a poco reconstruyeron toda la ciudad y ahora está llena de vida (y eso que se creía que hasta dentro de 75 años no iba a florecer nada). Hiroshima actualmente manda cartas de protesta cada vez que un país hace pruebas nucleares, se manifiesta en contra de los países que poseen armas nucleares (Estados Unidos, Reino Unido, Rusia, Francia, India, China, Pakistán, Israel y, posiblemente, Corea del Norte) y promueve activamente la paz mundial, el desarme nuclear y la abolición de las armas nucleares, con un proyecto que para 2020 planea un mundo libre de este tipo de armas.

Por las dudas, hay que aclarar que la radiación el día de hoy es minúscula y no afecta a los humanos.

Para despejarnos un poco y hacer tiempo hasta que saliera el bus, visitamos el jardín Shukkeien. El jardín japonés es un terreno baldío en comparación con los jardines que hemos visto, llenos de verde flúo, peces bigotudos, tortugas, puentes, bonsáis y demás. Las fotos no llegan a reflejar realmente lo que son.

Dejamos Tokio para el final: Shinjuku (el barrio de los edificios altos), Shibuya (zona más bien nocturna), Ueno (parques y museos), Ginza (más céntrico), Akhiabara (la meca de la electrónica, el animé, el manga —comic— y el hentai —también conocido como pornomanga o pornoanimé—), etc.

Tras tres noches en el hotel cápsula, ya mencionado en la entrada anterior, nos mudamos a un departamentito. Queríamos ir a ver sumo, pero no había más entradas, así que nos fuimos al café de la esquina, para encontrarnos con los propios luchadores en persona, a los que más por temor que por vergüenza no pude pedirles una foto.

Al otro día nos fuimos a Yokohama a pasar el día y ver un partido de béisbol: Yokohama Bay Stars contra Tokyo Yakult Swallows (como el yogur). El combo completo: le sacamos foto a la mascota, tomamos cerveza, comimos hot dogs y comida de estadio, tratamos de seguir los cánticos -al estilo canciones locas-, y gritamos un jonrón. Hay arengadores oficiales, gente que pasa con bolsas de consorcio para recolectar la basura y, no solo te dejan entrar con comida y bebida, sino que también te proveen de vasos de plástico para que sirvas tu cerveza o lo que trajiste y no entres con latas y botellas. La gente es civilizada; no vimos policías ni la rivalidad a la que estamos acostumbrados. Fue todo muy amistoso, organizado, coordinado y, sobre todo, extenso: el partido duró más de cuatro horas. Es todo lindo y divertido, pero uno se va pensando que falta un poco de pasión.

Próximo destino: Hong Kong, pisándole los talones a Usagi.

A los futuros turistas en Japón les recomiendo sacar algún pase de tren (Japan Rail Pass) para abaratar un poco lo costoso que es el transporte y, sobre todo, tratar de no equivocarse al usarlo (para evitar pagar dos veces).