Hicimos escala en Shanghái, con la posibilidad de que se demorara o cancelara el vuelo a Hong Kong a causa del tifón Usagi. Nos ilusionamos un poco y pensamos en lo bueno que sería que el seguro o la aerolínea nos invitara una noche en un hotel 5 estrellas con todo pago. Encima, podríamos recorrer algo de Shanghái a pesar de no tener visa, dado que los pasajeros en tránsito pueden permanecer en China hasta 72 horas sin visa. Pero no. Evidentemente, soñar es gratis. Nos subimos al avión en horario y, ya próximos al aterrizaje, me levanté de repente pensando que habíamos aterrizado. Era Usagi. En persona. Se veían destellos de luz por la ventana que hacían que el ala del avión se alumbrara por momentos mientras nosotros rebotábamos en forma desprolija en nuestros asientos y escuchábamos a la azafata decir por el parlante en un inglés algo rústico: don’t worry (dos veces, no una, ¡dos!). Nada peor que un don’t worry de azafata para mantener la calma. ¿No tienen prohibido decir eso? ¿No hay reglas para azafatas al respecto? Yo esperaba un simple estamos experimentando algo de turbulencia, por favor permanezcan sentados con los cinturones abrochados, o algo similar. Un momento difícil. Pero aterrizamos a salvo y nos regalaron unas capas para la lluvia antes de bajar y enfrentar la resaca del tifón.
Llegamos a Hong Kong a la medianoche, junto con todos los vuelos que se habían demorado. Lleno de pasajeros, valijas, filas largas y gente mala: gente antipática, gente que se nos colaba, gente que nos contestaba mal o no nos ayudaba. Que conste que veníamos de Japón, así que en ese momento nuestro estándar era bastante alto (ya volvimos a la normalidad).
Entramos a las 2 a. m. al hotel, un sucucho ubicado bien al estilo hongkonés: dentro de un edificio, en el tercer piso, en una habitación dentro de otra habitación.
Hong Kong nos conquistó: edificios altos, gente por todos lados hasta altas horas de la madrugada, luces, carteles, comercios, mercados callejeros, relojes truchos, ruido, contaminación, basura y olores (aunque dicen que es más limpio que China). Una urbe en su máximo exponente. Y lo mejor de todo, ¡logramos sacar la visa para China después de cinco intentos en total! Agradecemos a los que nos brindaron ánimos y fuerza, a Malala (la prima de Viki) por mandarnos una carta de invitación, a Viki porque su prima vive en China y a todos los que nos conocen. Fue muy emocionante, no lo hubiéramos logrado sin ustedes.
Fuimos al Museo de Historia, uno de los mejores que hemos visto, y al Museo de Ciencia. Vimos la Sinfonía de luces a la noche, lo visitamos al gran Buda de Tian Tan y nos perdimos por calles y mercados.
Próximo destino: China, en tren nocturno a Shanghái, en compartimentos de seis camas (dos columnas de tres pisos) con aire acondicionado.