Fiestas felices
Claro, terminó la high season y empezó la peak season. Todo ocupado. Lo suponíamos, así que ya habíamos reservado hoteles para las fiestas. Nos olvidamos del transporte. Ya veníamos cansados del tren nocturno de Chiang Mai a Bangkok y de las 12 horas de espera en dicha capital que utilizamos, entre otras cosas, para ir a ver El Hobbit 2 (genial, lluvia de Lucitos). Lamentablemente, solo quedaba seating para el viaje de Bangkok a Krabi. Otro viaje de la muerte en nuestro historial. Frío, mucho frío, de ese que ni toda la ropa de la mochila puede aplacar. Uno de los asientos se reclinaba a unos 120 grados, y el otro, roto, permanecía a esos 120 grados, el ángulo justo que provoca un huequito entre la espalda y el asiento y ese dolor al día siguiente. Apliqué la técnica de un compañero de vagón que dormía plácidamente y dormité sentada, con brazos y cabeza sobre la mesita.
Llegamos a Surat Thani y, como ya habíamos comprado el combo tren-bus, nos estamparon una calcomanía fluorescente con destino Krabi y nos subieron al micro. Una noche en Krabi, donde nos encontramos con Sol y Kiku, y luego nos fuimos en ferry los seis a Koh Jum, lindo premio después de tanto viaje.
Tanto Koh Jum como Ko Lanta fueron azotadas por el tsunami de 2004. De hecho, los bungalows donde nos quedamos en Koh Jum casi que habían desaparecido completamente. Actualmente, están perfectamente reconstruidas y no hay rastros del evento, solo carteles que indican la ruta de evacuación en caso de desastre.
Navidad en Koh Jum
Koh Jum es una isla pequeña, muy guapa, aún no tan explotada, muy pacífica y demasiado tranquila, segura y con poco turista, que cuenta con tan solo tres pequeños pueblitos y con electricidad desde 2009. Una playa muy linda, agua tibia y transparente, y solo cash; no hay cajeros ni casas de cambio; la conexión a Internet, cuando la hay, es extremadamente lenta; y los precios son muy accesibles. La gente es simpática, amable y sonríe, y no existe ese deseo incontrolable de aprovecharse del turista.
Tras cinco minutos (o, más precisamente, cinco metros) de haber alquilado unas motos, Sol y Kiku cayeron en cámara lenta hasta casi besar el asfalto, aún no sabemos con certeza si fue a causa de una maniobra traicionera o de la arena que había sobre la calle. Al hospital. Kiku, al ver su sangre, experimenta una baja de presión que provoca que la médica tramite un enroque: la paciente de herida infectada de dos semanas es trasladada de la camilla a una silla, y el pálido Kiku y sus lastimaduras pasan a reposar sobre la camilla. Un poco de alcohol, Pervinox y vendas, y al hotel en tuk-tuk. El tuk-tuk driver, además de manejar su tuk-tuk, también le indicó a la médica dónde estaban las lastimaduras y abanicó la rodilla de Kiku para paliar el ardor. La isla es tan chica que todos hacen todo. Dos bajas. Más adelante, la infección de las lastimaduras y los resultantes pies de elefante de Kiku y Sol darían cuenta de lo mal curadas que fueron sus heridas en esta ocasión. Nosotros seguimos viaje y recorrimos, de punta a punta, los escasos kilómetros de largo de la isla en dos ruedas.
Pasamos una navidad entre amigos, disfrutando de una cena-show por tan solo USD 10 por persona. Nos servimos de un bufet con spring rolls, pescado, mejillones, calamar, arroces y etcéteras, y presenciamos un show algo atrevido con la actuación de cuatro ladyboys (dos de los cuales nos costó definir).
Año nuevo en Ko Lanta
Y en otro ferry llegamos a Ko Lanta, conocida por ser también una de las islas más tranquilas y familiares, pero a su vez mucho más turística que Koh Jum, con 7/11 (el “chino” del área), cajeros, bancos, muchos rubios (exceso de suecos por la zona) y todo lo que se necesita para vivir en este siglo. Ko Lanta es más cara, pero el hotel tenía pileta y desayuno, así que eso nos consoló porque nos hizo pensar que estábamos amortizando el costo del alojamiento en la semana del año nuevo, nuestro año nuevo, porque el de Tailandia se festeja en abril.
Y así pasamos —o, mejor dicho, pasé— estos días, paseando, no de la sala al comedor, sino de la playa a la pileta, con recreos para dormir y comer. Luciano terminó el curso de buceo que había empezado en Dahab (Egipto), y ya es un Open Water Diver certificado por PADI.
En busca de algo de vida social que perdure más allá de las 11 p. m., nos fuimos a una fiesta ska/reggae a ver a Job 2 Do, un músico tailandés bastante famoso por estos pagos. Allí conocimos a Kristian, un sueco que nos dijo que soy famosa en Suecia, al menos todos los 13 de diciembre, cuando la gente hace galletas y se pone velas en la cabeza para festejar mi día, Lucía Day (Swedish Lucía for Dummies aquí). A la vuelta, pusimos a prueba el conocimiento adquirido tras el incidente que experimentó Luciano hace unos años con unos perros1, y comprobamos que funciona. Luego, volvimos caminando por la playa mientras veíamos miles de cangrejos y caracoles —que de día permanecen en stand by— salir de su escondite y hacer la gran Toy Story, Wreck it Ralph o similar.
Año nuevo entre camaradas, con pad thai y fried rice, cerveza, campari y gin tonic, fiesta en la playa, fuegos artificiales, lanzamiento de deseos y música reggae.
Mucho atardecer, ni un amanecer, mucho caminar por la playa e ir a comer temprano, antes de que cerraran los lugares. Varias cervezas de despedida en el bar irlandés, y cada uno siguió su rumbo.
Próximo destino: Ko Phi Phi, más conocida como la isla a la que va Leo en La Playa.
¡Feliz año!
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Para aquellos que no conocen la historia, hace unos años Luciano fue atacado en Palermo por unos perros (que, tras la eliminación de subjetividades y consideraciones personales en la historia, creo que eran chihuahas), y tuvo que ir al Durand todos los días durante una semana a vacunarse contra la rabia. Esos días hizo “rabies friends”, compañeros con los que se encontraba todos los días allí, muchos de los cuales eran reincidentes (con varias mordidas en su historial) y, seguramente, los más populares del grupo. La lección aprendida consiste en a) nunca darle la espalda a un perro nervioso, y b) ante un inminente peligro, usar la seña universal para evitar que un perro te ataque: la de agacharse, simular que agarramos una piedra y que se la lanzamos al perro rabioso. Funciona, aunque lo probamos con una ojota. ↩︎