En Buenos Aires habíamos contratado una excursión de 15 días en Egipto, pero lo hicimos casi ciegamente, sin leer mucho y sabiendo poco.
Llegamos al Cairo y, después de un día de sol, pileta y relax, empezó la excursión de manera intensa. El primer día vimos mucho (incluidas las famosas pirámides de Giza y Sakkara) y, para terminar bien agotados, viajamos en un tren nocturno de 13 largas horas a Aswan. Una experiencia con los locales: el tren se retrasó como dos horas, baños asquerosos, luces que nunca se apagaron, calor, frío y después calor otra vez, ruido exagerado de la puerta del vagón cada vez que se cerraba, sin poder estirar las piernas, rodeados de pequeños cucarachines al acecho y alertas por si alguno se llevaba nuestra mochila por equivocación (según palabras del guía).
Una vez en Aswan, nos llevaron a crucerear unos días por el Nilo, así que ahí recobramos energías para seguir viendo templos, tumbas, esfinges, pirámides y museos, iglesias y mesquitas, comprender jeroglíficos y desasnarnos con que Tutankamón no fue tan importante: un pendejo que reinó poco y murió joven, enterrado en una pequeña tumba, pero como la encontraron intacta y llena de tesoros, el pibe se volvió famoso. Nos contaron un poco de historia y nos familiarizamos con muchos de sus dioses, entre ellos, con el famoso Horus (no el de Marina), que perdió un ojo peleando con su tío, y con toda su familia.
El recorrido siguió por Luxor, Hurghada y nuevamente Cairo, adonde llegamos un día antes de la concentración más grande y, gracias a eso, pudimos ir al museo del Cairo y ver la plaza Tahrir, donde se armó después el barullo.
Se cumplió el aniversario de la asunción del presidente Mursi, y la gente no está nada contenta. Afortunadamente y posteriormente a una cuasicancelación de esta parte del viaje, pudimos evitar el lío de las protestas (siendo casi escoltados por militares) y llegar a Dahab (que queda frente a Arabia Saudita), para disfrutar los últimos días de playa, pileta y buceo, frente al mar Rojo. Después sucedió lo que habrán leído en los diarios o visto en los noticieros, pero nosotros ya estábamos en Dahab, un pueblito alejado y bastante tranquilo. Por seguridad, nos obligaron a volver al Cairo en avión, y así emprendimos nuestra partida.
No, no hay alfombras mágicas ni genios de 3 deseos.
Próximo destino: Alemania; sí, cambiamos de planes.